por Adolfo
Pérez Esquivel
[fonte: Adital]
A
nominação do Papa Francisco, até então Cardeal Jorge Bergoglio, causou surpresa
em todo o mundo e em nosso país. Como era de se esperar, surgiram também
diferentes interpretações sobre os alcances dessa designação. Pelo menos de
minha parte, gostaria de partilhar algumas reflexões, dado que, por diferentes
meios foram questionadas opiniões passadas e presentes sobre o papel da Igreja
durante a ditadura e, em particular, sobre o novo papa.
Nunca
acreditei que a história esteja predeterminada, contingências, cenários
inesperados; não me parece que possam ser determinados a priori os
comportamentos e resultados das ações que a Igreja possa tomar; sempre haverá
incertezas e certezas nas opções tomadas em um momento histórico. E, nesse
caminhar, podemos ter acertos e também cometer erros. Ninguém é infalível; nem
sequer o papa. O desafio consiste em tentar interpretar um processo e avaliar
as diversas oportunidades e riscos que se possam apresentar.
Qual
era a situação da Igreja antes da abdicação do papa Bento XVI?
Nas
últimas décadas, os principais condutores da Igreja haviam desandado o caminho
iniciado no Vaticano II e desativado quando não perseguido as opções que
consideravam a história da libertação dos povos como parte da história da
salvação, surgidas desde a América Latina, a partir de Medellín, de Puebla e de
vários Sínodos. Para muitas hierarquias, a opção pelos pobres deixou de ser um
eixo central e este transmutou-se para o impulso a movimentos laicos
conservadores, em muitos casos vinculados a poderes econômicos. Os teólogos da
libertação e outros pós-conciliares foram marginalizados, ou acusados, enquanto
a instituição tentava fazer com que as rédeas voltassem aos lefevristas, que
procuravam o retorno ao Concílio.de Trento! Em uma Igreja cuja virada
conservadora, iniciada com João Paulo II e consolidada com Bento XVI, o perfil
dos episcopados havia mudado, substituindo os bispos progressistas por outros
ultraconservadores, evidenciando uma forte crise de credibilidade. Frente ao
manejo pouco transparente dos fundos vaticanos e às denúncias de abusos e
encobrimentos de sacerdotes acusados de aberrantes atos de pedofilia, a eleição
do novo pontífice se esperava dentro da continuidade de opções ultramontanas e,
em particular, italianas.
En
ese contexto, la designación del Cardenal Bergoglio, surgió como una novedad,
por primera vez la Iglesia salía del euro-centrismo y abría su visión hacia
Latinoamérica y otros continentes.
Los
primeros gestos y actitudes del nuevo Papa, así como la adopción del nombre del
Santo de Asís, Francisco, que constituye por su alto simbolismo una opción por
los pobres y un programa de acción, demarcaron un espacio diferente al
previsible inicialmente. Sólo el tiempo dirá cuanto podrá cambiar Francisco,
las herencias negativas que afectan el Vaticano y la Iglesia en general. ¿Podrá
la Iglesia empezar a recuperar de la senda del Concilio Vaticano II, adecuarlo
a los tiempos actuales y tratar de animar y alumbrar desde la fe alternativas
de justicia social para los pueblos?
Si
bien el ex Cardenal Bergoglio, puede inscribirse como parte de una expresión
conservadora de la Iglesia en lo doctrinario, en estos últimos años empezamos a
conocer otros aspectos de su accionar como pastor que señalaron un perfil de
compromiso con los necesitados, donde ha desarrollado un trabajo pastoral en
favor de los pobres y excluidos del sistema, no sólo con la pastoral de villas,
sino también en el apoyo de organizaciones que trabajaron contra la trata de
personas y el trabajo esclavo, el apoyo a empresas recuperadas por sus
trabajadores, y la solidaridad con los que sufren, como se expresó con los
familiares de Cromagnon y de Once. Lineamientos de trabajo que seguramente
tendrán su continuidad y se ampliaran ahora en una escala mundial.
Hoy
en la Iglesia universal empezó a cambiar la agenda, el anhelo de una Iglesia
pobre, el compromiso con los más pobres, no es un dato menor.
Ya
comenté en diversas oportunidades que gran parte la jerarquía de la Iglesia
Argentina fue cómplice de la dictadura o bien por omisión no estuvo a la altura
de las circunstancias. Ciertamente no se puede generalizar y meter en la misma
bolsa a todos, hubo obispos que evidentemente fueron cómplices y justificaron
hasta las torturas, son conocidos y fueron denunciados. Otros tuvieron
posiciones tibias, aunque trataron de ayudar en lo que podían, reclamando a la
junta militar por los desaparecidos y presos e hicieron gestiones privadas para
salvar gente. Qué decir de obispos como Justo Oscar Laguna y Jorge Casaretto,
en ese entonces Obispo de Reconquista Santa Fe, que visitaba en la U9- a
sacerdotes de su diócesis presos y que pidió verme en la prisión. Monseñor
Laguna después de fuerte discusión con los militares, pudo verme en la
Superintendencia de Seguridad Federal, en el mes de abril de 1977. El entonces
Provincial de la Compañía de Jesús, el Padre Jorge Bergoglio también ayudó a
perseguidos y realizó gestiones, para lograr la liberación de sacerdotes de su
orden que habían sido secuestrados detenidos y desaparecidos. Sin embargo, como
comenté en una nota anterior, no acompañó por entonces la lucha en defensa de
los derechos humanos contra la dictadura militar. Solo algunos Obispos
participaron y sumaron su esfuerzo en la defensa de los derechos humanos, como
Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Jorge Novak, Antonio Devoto, Vicente Zaspe,
compañero de detención en Ecuador, donde fuimos presos con 17 obispos
latinoamericanos en Riobamba.
En
su conjunto el Episcopado Argentino, pese a la renovación de sus integrantes,
tiene todavía una asignatura pendiente en materia de esclarecer la verdad y
favorecer la justicia, que debiera reconocer y contribuir a reparar.
El
encuentro de la presidenta Cristina Fernández de Kichner con el Papa, resulta
significativo porque alejó las tensiones que pudieron mantener en el pasado, y
abren ahora un desafío no sólo para Argentina, sino para todos los gobiernos de
América Latina en construir la Patria Grande. Ahora contarán con un Papa
latinoamericano, que puede alentar los avances por una mejor redistribución de
la riqueza y que los empobrecidos logren conquistar mayores y mejores derechos
para dejar de ser pobres.
En
el encuentro con el Papa Francisco hablamos sobre los derechos humanos y dijo
lo que encabeza esta nota, que hay que seguir trabajando por la Verdad,
Justicia y Reparación del daño hecho por las dictaduras, que demarca un gesto
frente a quienes añoran impunidades pasadas. Esperamos que ese mensaje pueda
traducirse en acciones de parte de la Iglesia para que aporte a esos anhelos de
nuestro pueblo. Hablamos también de que la Iglesia reconozca el martirologio
latinoamericano de religiosos y laicos, que por su fe dieron la vida por sus
pueblos. Comentamos el caso de Mons. Romero en El Salvador y en Argentina el
caso del padre Murias, son procesos en curso que probablemente tengan una
resolución temprana.
Me
manifestó su preocupación por los pobres y del compromiso para reducir el
flagelo de la pobreza, enfatizó su compromiso con el ecumenismo, en condiciones
de igualdad entre credos, los problemas de la Madre Naturaleza.
Le
dije que asumir el nombre de Francisco era todo un desafío y programa de vida.
Y sus gestos concretos, como dar misa en una cárcel de jóvenes, vivir en una
habitación austera y cambiar su imperial trono papal por un sillón común al pie
del piso, no dejan de sorprender, interpelar e incomodar a más de uno en el
Vaticano.
Los
desafíos que le esperan son muchos, no sé si el Espíritu Santo habrá acertado o
no, pero ojalá que Francisco pueda, al igual que el Papa Juan XXIII, abrir las
puertas y ventanas, para sacudir las telarañas de siglos, y entre la luz.
Buenos
Aires, 28 de marzo de 2013.
Adolfo
Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz.
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